martes, 25 de septiembre de 2012

Una nueva forma de pensar el poder para un nuevo tipo de sociedad- Lucas Diel


Quisiera compartir con el lector el comentario de una humilde investigación que he llevado a cabo sobre el pensamiento del tan aclamado y criticado Michel Foucault. Como siempre, sucede que una investigación no deja de ser una reflexión; es decir, presupongo que cuando uno aborda un concepto o un sistema de concepto no hace para que esa sea su finalidad última, sino que lo hace para llevar una reflexión compartida con la sociedad y los individuos que la componen.



El tema del que vamos a hablar tiene que ver con el poder, un término que bien podría aplicarse al plano individual, pero que quisiéramos mostrar la faceta política y social, para permitir contrastar esta nueva forma de pensar el poder que nos propone Foucault con la forma moderna (con total vigencia en la política “democrática” argentina).

¿Por qué Foucault se distancia muy bien de pensadores modernos, como Hobbes por ejemplo, que veían al poder como uno solo, aislado de la sociedad, y ubicado en su cúspide más alta, o sea que para acceder a él uno debía ir a poseerlo? Pues él estima que el poder es generado por luchas incesantes, que nacen del hombre y se presentan como voluntad de poder.[1] Una voluntad que desea imponerse sobre otras voluntades, y así dominarlas, hacerlas su rebaño. Además de remarcar que el poder no está aislado, sino que está imbuido, inmerso en las relaciones sociales, procesos económicos, etc.

Foucault va a partir de las consideraciones nietzscheanas sobre la voluntad, más que nada, sobre la voluntad de poder, que las relacionará con la voluntad de verdad, al decir que todo discurso nace de un deseo de poder. Cada discurso es un deseo de poder o de establecer un lugar en la lucha por el poder, lo que señala Foucault respecto de esto, por ejemplo, al referirse a la locura es que se la interpreta siempre desde el discurso “racional”, desde la razón, discurso que se estableció como hegemónico durante la historia completa de Occidente. El hecho de encontrarse fuera de lo racional, es suficiente motivo para endilgarle la condición de loco o erróneo. La voluntad de verdad que juega un rol importante aquí es justamente la de ubicar a la razón en el ápice del conocimiento. Y también, en convertir a la razón el criterio fundamental a la hora de realizar una valoración sobre las cosas del mundo o sobre las personas. Pensemos en la argumentación de cualquier político a la hora de dar explicaciones sobre acciones o intervenciones policíacas en cualquier manifestación, lo que se propone es básicamente que cualquier movilización se transforma en vandalismo por abandonar la instancia de diálogo e ir a la confrontación, al choque o a la imposición. Siendo que solamente constituye una forma más de expresar un poder que quiere mostrarse, que necesita explotar de esa forma, pues su propia condición, o la propia condición del sector están siendo explotadas bajo la forma de un discurso que se presenta como racional.

Este problema, responde al hecho de que no existe nada en el mundo que crezca sin querer imponer su instinto, sin tener la necesidad de dominar sobre otros instintos. Cada voluntad quiere ponerse por encima de otra, es por esto que la vida es el proceso más dinámico. Para el autor francés, el poder es producto de un juego de fuerzas que no cesa. Entonces, no hay un conjunto de normas que se le imponen al hombre, normas que hayan surgido de un pacto ni nada semejante, sino que son relaciones de fuerzas, choques y, a veces, imposiciones las que constituyen las normas sociales. Este proceso, constipe una afronta directa al contractualismo francés de siglos XVII y XVIII, al afirmase éste último como defensor de un pacto social que establece las normas que van a ejercer en el dominio social.
El poder no surge de una forma piramidal, no nace de la cúspide, que puede estar representada por un parlamento, un monarca, etc.; sino que está en todas partes, nace de multiplicidades de fuerzas en tensión. Por ello, no existe un solo Poder que es susceptible que se lo tome o no, sino que cada individuo o grupo social genera poder con su fuerza. Cabe aclarar que no se trata de fuerza física necesariamente, ya que la fuerza está tomada en sentido amplio, como imposición, mandato, orden o institución. No es que el poder viene de afuera y se implanta en los procesos sociales, más bien podemos decir que son inmanentes a las instituciones sociales. Pues, suele pensarse que a algunas instituciones se les da poder, cuando en realidad cabría decir: generan poder. Esto es de suma importancia para establecer nuevas luchas sociales (por qué no también individuales), personalmente, abrió esta concepción una nueva esperanza, ya que se puede pensar que no hay una unidireccionalidad en la cual los procesos sociales vas a desembocar, sino que existen múltiples direcciones, y depende sólo del poder que seamos capaces de generar, de ejercer en las instituciones pertinentes a cada uno.

Al poder en Foucault es necesario verlo como una gama de posibilidades, como un conjunto de estrategias que se encadenan en algo más global. O sea que siempre se ejerce en determinada dirección en la cual se desencadenan dichas estrategias, no lo ejerce una sola persona o un grupo de personas destinadas a ello, sino que es ejercido de diferentes maneras y por diferentes instituciones, por ejemplo, la familia, los clubes, las organizaciones no gubernamentales, las cooperativas, o también el gobierno.

En la obra Microfísica del poder, el autor esboza una especie de definición: se puede decir que poder es: “la multiplicidad de las relaciones de fuerza inmanentes y propias del dominio en que se ejercen, y que son constitutivas de su organización; el juego que por medio de luchas y enfrentamientos incesantes las transforma, las refuerza, las invierte”. Por tanto, lo que hace el poder es jugar con las fuerzas, un poder que no nace de la nada sino que constituye, desarrolla a las personas, a las instituciones sociales y a cualquier organismo. De aquí viene y se explica la mención que hicimos líneas arriba, sobre la inmanencia del poder; lo que se constituye como dominio en una sociedad lo hace por ciertas relaciones de fuerza que hicieron posible ese hecho. Tomando esto en cuenta, es posible ejercer nuevas formas de gobierno no necesariamente estatal, que permitan el desarrollo de una sociedad más abierta.




[1] La explicación de este concepto de Nietzsche no es exhaustiva. Primero, por el hecho de que sólo se trata de introducir en el tema. Y segundo, porque el mismo concepto ya fue profundizado en el trabajo de investigación anterior de la beca de Pre-Grado.

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