miércoles, 26 de septiembre de 2012

Divulgando el Anticristo de Nietzsche - Lucas Diel

Una cucharada de buen alimento decide
muchas veces si contemplamos el porvenir
con ojos desanimados o llenos de esperanza
Nietzsche. Humano, demasiado humano 

La idea de este breve escrito es tratar el tema de la religiosidad en el pensamiento de Nietzsche para dilucidar, a partir del odio efervescente que el autor dispara sobre todo contra el cristianismo, qué función le cabe a la filosofía como actividad intelectual en occidente. 

¿Cuál es uno de los motivos principales que moviliza a Nietzsche a maldecir el cristianismo de la forma que lo hace? Es claro que en muchos de sus textos predomina la compasión como tema primordial. La compasión por los fracasados. La exaltación del hombre débil, o mejor dicho, la santificación de ese tipo de hombre que gusta reprimir sus instintos naturales, ubicando su interés en la vida del “más allá” y despreciando el mundo terrestre.[1]
¿Por qué considera Nietzsche al cristiano como el animal más enfermo? Porque ya no es útil para esta vida, o mejor, ya no tiene nada que hacer en la vida terrestre. Su destino y final se encuentra en el Reino de los Cielos, allí donde él deposita su mayor fe y donde está su talante de espíritu. Aquí, en la vida que todos conocemos, ese tipo de hombre no tiene otra cosa que hacer que soportar ciertos valores conservados sobre sus espaldas, que no son más que valores ascéticos, contra natura (como la castidad, la piedad, el sacrificio, etc.), sólo le gusta resistir porque espera el paraíso prometido. Lo que lo trasforma, ni más ni menos, que en un parásito del mundo. Que, encima, no se mueve individualmente, que sería lo propio de una persona autónoma e independiente (ni siquiera es un sujeto moderno, sino todavía más atrasado), sino que lo hace gregariamente. Es una de las tantas ovejas guiadas por un Pastor ilusorio.[2]
En realidad, la crítica viene dada ya a Platón, hombre réprobo a causa de su tan divulgada teoría de los dos mundos. Con este pensamiento Platón dio lugar al desprecio que luego el cristiano le va a otorgar al mundo sensible, acusándolo de bajo, vil. Es por eso que, luego, el filósofo en cuestión llama al cristianismo la popularización del platonismo. Ya que la teoría de ese filósofo bien hubiese podido quedar en Grecia, o como un pensamiento griego que luego sería estudiado durante la historia como tal. El error más humano de San Agustín de Hipona fue instaurar las ideas platónicas como fuente de sabiduría en la etapa patrística del medioevo, que causaron un impacto de tamaña envergadura.

Con esta incorporación del platonismo a la filosofía ya se puede notar la suma crítica de Nietzsche al modo de entenderse la filosofía, que también fue errado. Se ha tomado en general a ella como un cuerpo o conjunto de ideas cerradas, que luego se debía descifrar punto por punto y ya fuera de contexto. Para Nietzsche, es debido que la filosofía siempre esté impregnada de un carácter creador, es decir, no se debe comer de los frutos sino buscar la raíz del pensamiento, como él mismo expresa, pues es ese el momento creador, el que más vale, lo demás ya son sólo influencias.[3] El trato que la historia suele hacer con el pensamiento es más bien de trasformación que de asimilación, es por ello que la mayoría de las doctrinas de pensadores anteriores al cristianismo fueron, justamente, cristianizadas, como ha sucedido tanto con Platón como con Aristóteles.

De cualquier manera, luego de que Nietzsche anuncie la muerte de Dios, no deja de decir que su sombra quedará durante siglos y no nos libraremos de ella hasta que no tomemos conciencia que el objeto de la nueva filosofía (no la filosofía seria, intelectual, iluminista, sino la Ciencia Jovial, que elimina el prejuicio de que pensar debe ser necesariamente algo serio) es la vida misma. Dicho de otro modo, las vivencias que el hombre sufre día a día en su existencia y que jamás han sido tratadas con el ímpetu con que tanto tiempo se trataron cosas ilusorias o que eran imposibles de conocer en este mundo, como ser, Dios, el alma, el intelecto agente[4]; siendo que las pasiones, que son tan humanas como las ideas, fueron relegadas en la historia del pensamiento. Pues se pensó muy a menudo que el cuerpo era sólo cárcel del alma (Platón), o que las ideas eran lo verdadero en el hombre y el cuerpo sólo era una extensión de la que se podía prescindir (Descartes). Mientras que sabemos que en el cuerpo habitan las ideas y mucho más que ellas.[5]

El problema de la vida, del pensamiento de la vida, aparece en suma conexión con el tema de la conciencia y de “los concienzudos”.[6] Pues éstos, que son propiamente pensadores de la modernidad, racionalistas, iluministas e idealistas, creen poder pensar la vida y toda la realidad tal cual son. Se jactan de poder hacerlo y confunden con esto su pensamiento con la verdadera realidad, de aquí una de las mayores arrogancias humanas, el “querer hacer pensable todo lo que existe”. Este hacer pensable todo lo que existe lleva a consecuencias gravísimas para la vida, pues requiere que aquello que deseamos hacer pensable, y que puede no serlo, debe amoldarse a nuestro pensamiento; debe hacerse como nosotros lo vemos y ya deja de ser la vida con sus rasgos específicos, sino que pasa a ser una vida apta para ser pensada.[7] Nos detendremos aquí, sin entrar en el tema de la voluntad de poder. El planteo sigue siendo el siguiente: Si ya nos hemos dado cuenta que el cristianismo envenenó la humanidad evangelizándola, interpretando a la naturaleza de una forma moralizante; y si también sabemos que la sombra de Dios quedó plasmada en la forma de filosofar de los concienzudos y de aquellos que creen que la vida puede ser pensada absolutamente; ¿qué transformación queda para el pensamiento, en qué se debe abocar de ahora en más para no seguir en el error?[8] Pues bien, no pretenderemos responder lisa y llanamente a esta respuesta aquí, pero lo que buscamos es construir un esbozo a partir del pensamiento sobre la vida.

Es notorio que el mensaje de Nietzsche sigue parcialmente indescifrable hasta hoy en día, lo que lo convierte en un pensador póstumo, tal como él mismo de denominaba. Pero ya estamos en condiciones, viviendo el s. XXI de no cometer errores tan absurdos con respecto al pensamiento filosófico, es decir, no seguir sosteniendo construcciones ilusorias que sólo pueden ser entendidas una mañana en una clase de filosofía de alguna universidad y con algún estimulante para no dormirse. Pues, creo, la mayor indignación manifestada por Nietzsche, es que hayan transcurrido más de quince siglos de soberbia filosófica, ubicándose siempre el filósofo como el pensador de la sociedad y del mundo, con las respuestas claves para una buena vida, siendo que la peor de las vidas la ha llevado el filósofo y que nunca se ha aproximado a los verdaderos problemas de la humanidad, o a problemas que estén a su alcance. Por ejemplo, se ha preocupado de la muerte como tema central y jamás de la vida en tanto pasión.[9]

Lo que se busca es que el horizonte de pensamientos y reflexiones de los hombres se amplíe grandemente, pues existe un horizonte amplio, es sólo que la historia de la filosofía occidental sólo se ha ofuscado en el pensamiento mismo y en las ideas por sí mismas. Una nueva consigna es lo que hace falta a los filósofos, señala el autor que “aun existen muchos mundos por descubrir”. Lo que nos hace ver la necesidad de que el pensamiento tome un rumbo distinto y, a nuestro parecer, lo tomará mientras más se aleje de sí mismo, mientras más deje de dar vueltas sobre su propio eje y se extienda a otras potencias humanas y descubra otros horizontes aún no transitados, pero que sin duda están más cerca que el cielo o el paraíso. ¿Cuáles son estos horizontes? ¡Cómo podríamos contestarlo! Lo lamentable es que ni siquiera somos capaces de puntualizar la reflexión con otros matices, y es normal que sea así, pues, como lo hemos señalado, la humanidad estuvo acostumbrada durante demasiados siglos a este vicio. Quizá por eso Nietzsche maldice al cristianismo y lo despoja de toda autoridad (que, dicho sea de paso, sigue ejerciendo). Pues es su culpa, es la inclinación moral del hombre la que lo ha escindido de la naturaleza, la que sigue poniendo en la cultura el escape a lo malo. Que lo malo son los instintos, las pasiones, que, por ejemplo, masturbarse está mal; fornicar es malo. Lamentablemente, el cuerpo no dejó de ser el punto a atacar de la cultura, siempre se busca alterarlo, transformarlo de una manera que no siga su curso natural. 

Por eso es que, en síntesis, no pretendemos puntualizar hacia dónde se debe dirigir el pensamiento filosófico. Sino dejar claro que debe desentenderse de aquellas cadenas que la cultura impone, que no dejan ver la verdadera vida, no dejan ver al hombre con sus pasiones y su naturaleza, lo que los envuelve en una vida gregaria, que no permite la nueva creación, la originalidad, la sinceridad. Hasta que no nos desenvolvamos de las cadenas de la cultura, no existirá una nueva filosofía de la vida. Porque, querámoslo o no, el cristianismo no ha dejado de tirar su veneno. Justamente, viviendo el siglo XXI, ya es tiempo de no envenenarse más. Es tiempo de volver a la tierra, como enseña Nietzsche.





[1] “¿Qué es lo que hace más daño que cualquier tipo de vicio? La compasión traducida en actos hacia los fracasados y los débiles, es decir, el cristianismo”. NIETZSCHE, F. El Anticristo. Letras universales, Bs. As., 2005, p 9. Esta y varias otras son obras donde existen innumerables referencias al tema: Humano, demasiado humano, la ciencia jovial, etc.
[2] Cfr. Ibíd., p 11.
[3] Cfr. NIETZSCHE, F. El viajero y su sombra, Edaf, Bs. As., 1999, p 88. “El filósofo se imagina que el valor de su filosofía se halla en su conjunto, en su construcción; la posteridad halla este valor en las tierras de que se sirvió y con las que, desde luego, seguirá construyendo aún muchas veces y mucho mejor; por consiguiente, en la posibilidad de destruir esta construcción, sin hacerle perder su valor como material.
[4] “En el momento que alguien comienza a tomar la filosofía en serio, todo el mundo cree de él lo contrario”. Ibíd, p 139.
[5] “La filosofía no ha sido hasta ahora, en general, más que una interpretación del cuerpo y una mala comprensión del cuerpo. NIETZSCHE, F. La ciencia jovial. Monte ávila, Bs. As., 1999, p 3.
[6] “Es más cómodo obedecer a la conciencia que a la razón; pues, en cada fracaso, la conciencia halla en sí misma una excusa y un aliento. Por eso hay aún tantas personas concienzudas y tan pocas personas razonables”. NIETZSCHE, F. El viajero y su sombra, op. cit, p 34.
[7] NIETZSCHE. Así habló Zaratustra. Andrómeda, Bs. As., 2003, p 113.
[8] “Hemos abolido el mundo verdadero: ¿qué nos queda?, ¿el aparente quizá?... ¡No!, ¡Con el mundo verdadero hemos abolido también el aparente! (Mediodía; instante de la sombra más larga; final del error más largo; punto culminante de la humanidad; INCIPIT ZARATHUSTRA). NIETZSCHE, F. El crepúsculo de los ídolos. Edaf, Bs. As., 2002, p 66.
[9] “¡Me hace feliz ver que de ninguna manera los hombres quieran pensar el pensamiento de la muerte! Con gusto quisiera hacer algo para que ellos encuentren cien veces más valioso pensar el pensamiento de la vida”. NIETZSCHE, F. La ciencia jovial, op. cit., p 161.

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