martes, 25 de septiembre de 2012

Re Z (Literaturescas)- Mario Caparra & Tony Zalazar


Sr. Director de la Revista Waykhuli:
Me importa un pito que la poesía exhiba una retórica cosmética o un packaging cuaternario; sinestesias inflamables o pasadas por agua. Le doy una importancia igual a cero al hecho de que amanezca untada en vaselina o con mermelada diet. Soy perfectamente capaz de soportarle una comparación que obtendría el primer puesto en un concurso de la SADE. Peroeso sí –y en esto soy irreductible- no le perdono, bajo ningún pretexto, que no sepa violar. Si no sabe violar ¡pierde el tiempo la que pretenda seducirme!

Ésta fue –y no otra- la razón de que me enamorase tan locamente de Oliverio.

¿Qué me importaban sus apotegmas de vizcacha o europeados neologismos? ¿Qué me importaban su obstinación aerodinámica y su bucólica de cabotaje?

¡Oliverio era una verdadera lacra! Su única actitud de cortesía, consistía en levantar una pollera.
Desde el amanecer violaba, desde Darío a Lugones. Ruborizado de no poder ruborizarse, violaba el romanticismo, el modernismo, las costumbres. Violando realizaba sus compras, sus quehaceres. Violando engendraba Orozcos, Pellegrinis y Molinas. ¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, violándose, de algún paseo con sus predadores!

Allá lejos, perdido entre los vírgenes, un poeta sulfuroso. ¡Oliverio, Oliverio!... y a los segundos ya los tenía en su cuarto, y ante la mirada de terceros, los penetraba con hipérboles fruisivas e imprecaciones lujuriosas, para después mandarlos, violados a cualquier arte.
Durante páginas de gentileza genitaba un atropello que nos agolpaba el clémiso; durante obras enteras nos violentaba las costumbres, los pruritos y los llantos.

Mi lu, mi lubidulio, mi golocidalove. ¡Qué delicia la cocinar un poeta polimorfo aunque, de cuando en cuando, nos haga ver como lumías! ¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre los ebrios lechos légamos telúricos para pasar la digestión de un solo vuelo!

¿Puede brindarnos alguna clase de atractivos un soneto de Lope después de cocinar a un escritor violante? ¿No es verdad que no hay ninguna diferencia sustancial entre coger todos los viernes con tu esposa y leerte alguna copla dominguera?

Yo, por lo menos, Sr. Director, soy incapaz de comprender la seducción de un manjar que no emponzoña, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que se pueda imaginar más que violando.

Por todo lo expuesto, hago llegar a Ud. esta humilde y formal renuncia a este prestigioso espacio gastronómico. Le ruego sepa disculpar.
Mario Caparra



Girondo a la Zalazar
o 20 poemas para ser comidos en el tranvía.

Ingredientes: ½ eyaculación de levadura vasca, una docena de dientitos leoninos, 1 cerebro cosmopolita con 8 neuronas de vanguardia europea, abundantes y caras caricias, 20 litros de vías de tranvías, ¼ lomo de hipopótamo, barbas de espantapájaros a gusto, 200 metros de lengua laaarga y enrevesada, ingentes curuvicas de europa de posguerra, vientricinco hojitas de jitanjáfora y cuatrece odoríferas imágenes de exportación, dos ojos desorbitados en aceite onírico, con condimentos de rojo erotismo y picante humor.

Comience por verter divertidamente ½ eyaculación vasca en una cratera del mismo origen, luego, como si de dados se tratase, en cubiletes que festejan el azar, agite locamente hasta ver que a la masa le broten 12 dientecitos leoninos. A la voracidad de esa boca lúdica acérquele el cerebro cosmopolita, dele las abundantes y caras caricias en la cara. Luego aléjelo del fuego porteño (es preferente macerarlo en Europa unos cuantitos años) y críelo hasta que en los ojos le brillen la alegre angustia y el deseo insaciable de volar.

Busque que el ser no le crezca tan Derecho, para esto será necesario moldearlo sobre 20 litrosde vías de tranvía y agregarle las barbas de espantapájaros en el corazón. Después de que el ser le quede algo avieso debe inflamarle el pecho con la más pura antihipocresía y todos los melimeleos lúcidos que existan, hágalo hasta que estalle en chorros de sincero aceite onírico y espasmódicos condimentos. Apunte su deshinche sobre el ¼ lomo de hipopótamo y deje que su Ácido orín -que horada el oropel de los pelmazos-, incruste sus diamantes rojos en la gruesa y burguesa hamburguesa social. Coloque esa carne sobre el miasma moralina y controle su desgrase. Finalmente extienda los 200 metros de lengua enrevesada, córtela en nimios trocitos y lícuelos hasta que laman las tetas del idioma, luego intraduzca en la licuadora las hojitas de jitanjáfora y las imágenes odoríferas esenciales. Espolvoree el mejunje junto con las ingentes curuvicas de la europa posguerreada sobre la masmédula misma de la conciencia hasta ver que se cuece el más loco y original poemario de Amerrica latina.
Después, si desea, trepánele el cerebro en un accidente y disfrute su plato alunizado o alucinado.

Tony Zalazar

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