Aprovecho la oportunidad de
poder escribir en esta revista, esta vez sobre un tema bastante cotidiano como
es el amor. Que puede ser abordado desde alguna perspectiva filosófica o quizá
también desde la psicología, la política y otras ciencias. La especificidad del
tema es el amor de pareja, las relaciones de parejas, entre amantes, y el
interesante tejido que se crea en dichos acontecimientos.
En lo que atañe a la monogamia,
esa forma de amor propuesta desde varios ámbitos como la Iglesia, el
cristianismo en general o el registro civil también (registrando a cada pareja
en la lista de las parejas de los distritos provinciales y nacionales), reviste
de una forma tosca al amor. Pues se trata de un amor unidireccional, donde
pareciera que una persona encausa todo su caudal de amor sexual, cariñoso,
afectivo, moral, político, intelectual, y hasta a veces místico en una sola
persona; esa segunda persona termina siendo la que recibe todo ese amor y lo
intenta devolver de la misma manera. Entonces: imagínense dos fuerzas que
permanentemente pretenden simbiotizarse y encima lo hacen con el afán de durar
así por el resto de la vida. Esta es la idea que queremos combatir.
Como ya lo han dicho algunos
anarquistas, que ya citaremos, el amor tiene tantas formas de expresión como
facetas humanas hay, naturalmente el humano no está apto para vivir atado a un
único sentimiento que se dirige hacia una única persona; más bien el humano
intenta por instintos naturales a desperdigar su amor y tener la capacidad de
amar a varios a la vez. Digo, a varias personas, pues se tratan de amores
distintos en cada caso. Siempre uno puede tener la posibilidad de amar a una
persona y no por eso reprimir otros amores fugaces, naturales, que aparecen en
el caudal de sentimientos humanos. Es muy probable que dos seres practiquen el
amor libre y sin embargo permanezcan muchísimo tiempo juntos enamorados sin
visitar otros cuerpos, pero esto depende de los casos, cada pareja sostiene un
lazo único, que sólo esos corazones pueden sentir. “El amor libre comprende -y
la libertad sexual implica- una serie de variedades adaptables a los diversos
temperamentos amorosos o afectivos: constantes, volátiles, tiernos,
apasionados, voluptuosos, etc.”. (E. Armand. El amor entre anarcoindividualistas).
Además, hay que tener en cuenta
que el hecho de querer poseer absolutamente a otra persona es una manera de
ejercer poder y mantener dominio sobre otro. Teniendo al cuerpo como propiedad
privada, quizá el hecho de que las personas se amen libremente, respetando sus
respectivas libertades, asumiendo su rol en cada momento y lugar, las
relaciones hasta podrían ser más duraderas; situación ésta tan anhelada por el
matrimonio monógamo. El sexo no puede transformarse en impedimento o coto de un
amor fuerte, el asqueroso adjetivo “guampudo” o la acción “meter las guampas”
son horriblemente condenatorias y humillantes. Siendo que es algo muy hermoso
ver a una persona que haya podido ejercer la libertad y siga amando con toda
sabiduría y paciencia a otra, que posiblemente esté situada en su corazón. Creemos
que los sentimientos humanos se van acomodando con el movimiento del cosmos y
eso hace que sea imposible querer imponerle a la naturaleza de los sentimientos
una única vía de encauce. Los sentimientos están hechos para explayarse, para
hacer felices a los humanos. “Día vendrá en que, domado el atavismo
sentimental, las mujeres puedan ser libres sin que nosotros seamos infelices.
Arrancados de la educación cristiana, nos acostumbraremos a mirar en el amor
una cosa fugaz, como todo lo que vive”. (Roberto de las Carreras, El marido y el amante). No negamos el
sufrimiento, de hecho, pensamos que es ineluctable, imposible de elidir. Pero
justamente por eso, no queremos que el miedo al sufrimiento nos transforme en
esclavos y no podamos gozar de la inmensidad del amor.
Normalmente los sufrimientos en
este ámbito están dados por los celos. Es innegable que los celos son condición
natural de los humanos, pero también es innegable que los humanos no nacieron
para perdurar monógamamente durante la totalidad de sus vidas. Cuando uno
otorga afecto a una persona, cuando da, crea para otro un regalo de amor; de
tratan de cosas que hacen bien, cosas positivas, que ayudan al crecimiento de
las relaciones humanas. Por el contrario, cuando una persona despierta su
instinto celoso para con otra o para con un grupo, cuando otorga celos (y por
medio de esto piensa que está actuando por amor a quien cela), se lastima. Con
el celo se otorga algo negativo, destructivo, odioso, buscando sólo el interés
y el cuidado de quien cela. Como ya dijimos, es indudable que el celo es algo
natural, innato, instintivo; tampoco es dudable que daña, como mucho de lo
natural; verbigracia: las adicciones, el instinto suicida, las catástrofes
ambientales, etc. Se trata del complicado daño de la vida, se trata de la
convivencia en el marco de una lucha vital; un “tira y afloja” entre lo que nos
hace bien y lo que nos hace mal. Normalmente esto tiene que ver, en lo que
respecta a las relaciones de pareja, con el
grado en los que uno practica cada fenómeno, con los celos, diríamos que es
bueno tenerlos en un 25%, no más celos que eso. Lo demás, es sólo dañino. “El
amor tal y como lo entienden los celosos es, por consiguiente, una categoría
del anarquismo. Es una monopolización de los órganos sexuales, palpables, de la
piel y del sentimiento de un humano en provecho de otro, exclusivamente”. (E.
Armand. El amor entre
anarcoindividualistas). A no confundir tampoco amarse libremente con amarse
“sin compromisos”. La cosa es bastante simple (al menos una de las varias
dinámicas de pareja que propone el amor libre) puedo acostarme contigo, contigo
y contigo; mas mi corazón pertenece a una única persona. ¿Y qué representa el
corazón aquí? El lazo leal hasta la muerte, el acompañamiento sentimental en
todo tipo de situaciones, lo que llena el alma de un mortal, aquello que ningún
tipo de acumulación de prestigio o bienes materiales puede llenar; el apoyo
fuerte de un corazón a otro, eso no puede separar una simple y hermosa
encamada, donde el amor es tan solo primavera. Si un amante puede debilitar a
uno de esos corazones, el lazo es tan débil como el amor. La exigencia de fidelidad
en lo sexual es tan avara como egoísta, estas podrían ser las preguntas que
guíen este sentimiento: ¿Cómo no puedo llenar completamente sus expectativas?
¿Por qué no lo puedo tener todo para mí? Egoísmo malsano y avaricia. Sin duda
es un problema moral, pero también un problema social, tal como veíamos al
principio al hablar de matrimonio y unión civil. Este tema social y de
relaciones humanas tiene una particularidad muy interesante. Es que cualquiera
puede opinar y fundamentar desde su propia vida, desde sus situaciones
singulares con sus parejas, amantes y amigos; y cada uno podrá colocar aportes
ricos sobre la mesa de discusión. Más allá de que existe teoría al respecto, es
un tema que se enriquece en la medida que se sigan sosteniendo relaciones
amorosas entre los seres, pues seguramente es algo que nunca se extinguirá. Y
el día que se extingan estaremos fritos, nosotros y el mundo.
En definitiva, el cuadro que queremos dejar en la mesa para debatir es
si acaso la monogamia es una práctica que tuvo éxito en la historia del hombre,
y ni si quiera del hombre, miremos nuestras propias vidas y sincerémonos. Los
sentimientos humanos son fenómenos sumamente respetables, por lo que resulta
completamente injusto encasillarlos en una sola práctica y desvalorizar las
otras, proponiendo como verdad superadora que el amor monógamo es realmente
amor, que lo demás es engaño, “guampas”, traición, etc. Nos parece un tema
importante, porque así como organizamos nuestras prácticas sentimentales,
trasladamos esto a la organización y el modo de pensar de nuestra sociedad,
donde en ni uno ni otro caso existe una única posibilidad, un único camino
correcto y favorable.
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