“También en Raísa, ciudad triste, corre un hilo invisible que une por un
instante un ser vivo con otro y se destruye, después vuelve a tenderse entre
puntos en movimiento, dibujando nuevas, rápidas figuras de modo que en cada
segundo la ciudad infeliz contiene una ciudad feliz que ni siquiera sabe que
existe”
Italo calvino. Las ciudades invisibles
El Centro Cultural "Las 80" se ubica en Fontana a unos
7 kilómetros de Resistencia. Precisamente en el barrio 80 viviendas, bordeando una de las lagunas perdidas que rodean la ciudad. Funciona en uno de los centros comunitarios
abandonados de la municipalidad de Fontana. Waykhuli los visitó para conocer las múltiples dificultades que enfrenta la gestión cultural en las periferias de nuestra capital.
Gustavo vive en Fontana hace apenas dos años, es teatrero y
docente de nivel primario; el primer año
que llego a Fontana, creó un grupo de teatro
comunitario. Hoy por hoy está a cargo del Centro Cultural Las Ochenta, a pesar
de que entre queja y queja confiesa que se siente más "un
administrador de la UNICEF y el municipio que como director" y no parece agradarle en absoluto.
“Cada vez que conseguimos organizar actividades o talleres
que implican un contacto por ejemplo con el CECUAL[1],
empiezan a decirme que tengo que fijarme cuestiones políticas, pedir permiso al
municipio para saber si coinciden políticamente. Eso jode mucho a la hora de
gestionar y armar actividades, cualquier cuestión que queramos organizar
tenemos que tramitar slogans políticos con el municipio.”
Mientras Juan Pablo, el tallerista de artes plásticas, prepara en cada descartable los colores
para pintar garabatos en las paredes con los chicos del centro, Gustavo hizo cinco
viajes en busca de algo que suplante a la escalera que no tienen, las sillas que
no hay y las pinturas que no lograron conseguir.
Juan Pablo al llegar, nos comenta que durante la semana
había visitado al municipio para pedirle algunas de las tantas cosas con las
que se comprometieron a ayudar al centro, pero siempre dio la casualidad que
todos estaban muy atareados, como para escucharlo. Así que los tachos de
pintura que se consiguieron, fueron donación de las casa de cada uno de los
profes.
“Nuestra idea es más bien un centro cultural que sirva para
juntarse, encontrarse. Un centro de expresión” comenta Gustavo mientras alcanza un tereré.
Me animo a garabatear en las paredes y me quedo
pensando en esa idea “que sirva para juntarse, encontrarse”. Pero él continúa y
me ayuda a entender por qué es eso tan importante.
“Me di cuenta de que la gente que vive en Fontana no se siente identificada con la ciudad. A teatro viene gente que por ejemplo, vive hace quince años en Fontana y hasta el día de hoy me dice con firmeza Gustavo, yo de Fontana me voy a ir un día. Es como que no se sienten parte de Fontana.”
“Me di cuenta de que la gente que vive en Fontana no se siente identificada con la ciudad. A teatro viene gente que por ejemplo, vive hace quince años en Fontana y hasta el día de hoy me dice con firmeza Gustavo, yo de Fontana me voy a ir un día. Es como que no se sienten parte de Fontana.”
Paralelamente en el salón están ensayando una obra de
teatro algunos de los chicos que se levantaron un sábado a la mañana a
participar en el centro; en el fondo del salón está sentada una abuela que
busca conversación a cada uno de los que se cruza.
¿Quién es la abuela aquella? Pregunto. Entre sonrisas, todos
me cuentan que es una señora muy mayor que vive en el centro comunitario hace
quince años, luego de que una inundación le hizo perder su casa. Ella no tiene
problemas en abandonar el centro, siempre y cuando el municipio le consiga una
vivienda digna. Al parecer este requisito le está costando al municipio; le viene costando desde hace 15 años.
Mientras tanto “la abuela”, funciona como una suerte de
guardiana del salón, inclusive opinando sobre las obras de teatro que se
ensayan con los chicos.
De apoco, me voy despidiendo de cada uno de los chicos para
volverme a Resistencia, Gustavo me propone cargar la bici en la camioneta y dar
un paseo por Fontana.
Conozco una Fontana que la Avenida Alvear no me muestra, miles
de lagunas colapsadas de vegetación, la mayoría de ellas lamentablemente
perdidas por el abandono.
"Me parece que esta es una parte de la ciudad que no se
conoce, la mayoría de la gente se queda con la imagen de la Alvear, motos,
autos mucho lío. Y no conocen este otro lado más tranquilo, lleno de árboles" describe.
Estamos apenas a unos diez minutos de Resistencia, “ciudad de las esculturas”, y Fontana no cuenta con más de dos centros culturales, el que conocí este sábado y uno
privado: Galatea.
"Hay gente dispersa laburando solo a pulmón en algunos
barrios. Ahora me enteré de un pibe que se llama Tito
y quisiera encontrarlo para hacer algo en el centro o en otro lado. Pero no sé
dónde encontrarlo…"
Gustavo queda pensando, imaginando en cuál de todos
los barrios que estamos recorriendo será que puede encontrar a Tito. A lo
mejor, porque él sigue caminando todo el tiempo con esta idea de un centro
cultural para “encontrarse, juntarse”. Hoy busca a Tito, pero el resto de los días busca -junto a Juan Pablo, Walter y los chicos de teatro- que “Las 80” se encuentre
con Fontana y ésta deje de ser una ciudad habitacional de la que todos esperan algún día irse muy lejos. Busca dar cuenta de que la ciudad infeliz contiene una ciudad feliz que ni siquiera
sabe que existe.
Las 80, punto de
encuentro más allá de la Alvear
[1] Centro Cultural Alternativo, ubicado en Resistencia. Dependiente del Instituto de Cultura del Chaco.
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